Páginas2

miércoles, 3 de abril de 2013

Colegio Internacional J.H. Newman: Una aventura educativa a través de la razón y la libertad

El Colegio Internacional J.H. Newman, fundado en 1998, es la concreción de la aspiración que un grupo de educadores tuvo durante la década de los años 80, de convertir el trabajo en una modalidad creativa que contribuyera a la construcción del mundo, a través de la labor pedagógica en la cual, entre otras cosas, se inculcara el deseo de aspirar a una existencia cargada de significado, de curiosidad y de preguntas sobre todas las cosas de la vida.

Según Juan Ramón de la Serna -director- estos educadores –que llevan casi treinta años trabajando en distintos colegios- han llevado a cabo una serie de actividades conjuntas que empezaros a desarrollar en los años 80, bajo la asociación ARCYP –Asociación para la Renovación Cultural y Pedagógica-.  A finales de los años 90, constituyeron la fundación, pidieron un terreno y lograron la financiación para, finalmente, en el año 2005, inaugurarlo.  Ya llevan ocho años llevando adelante esta experiencia educativa.
¿Cuál es la misión, cuál es la visión y a qué público está dirigido?
¿A quién va dirigido? Pues a todos aquellos alumnos de tres a dieciocho años -sin ningún tipo de premisa previa-, cuya familia esté interesada en participar en un proyecto educativo que como seña de identidad busca expresarse de forma unitaria y que se sostenga sobre dos pilares: la razón y la libertad de la persona.  Todo tiene que ser razonable, racional, que desafíe la razonabilidad. Igualmente, la experiencia educativa debe respetar y desafiar la libertad de la persona.  Con estas dos premisas, la razón y la libertad, si hay una experiencia unida de un grupo de educadores que sólidamente se ponen juntos a desarrollar esta tarea, estamos hablando de un gran colegio. 

Asumo que tendrán algún objetivo concreto o aspirarán a desarrollar algún perfil en sus alumnos. ¿A través de qué mecanismo ustedes logran que desarrollen su raciocinio y su libertad y qué desearían obtener de todo ello? 
Lo que deseamos obtener es un hombre adulto.  Que el hombre que ya existe, se exprese de la manera más completa y verdadera posible. La educación no es tanto conseguir una reproducción, para entendernos pongamos la imagen de una cinta transportadora que llegue a un resultado, como una fábrica de automóviles, sino que sea la posibilidad real para que todo lo humano emerja; para que se construya, con la mayor experiencia posible, el adulto. 
Este es el objetivo, si se puede llamar así.  Pero no hay una imagen o un proyecto específico.  ¿Cómo son los alumnos del Colegio Newman? Bueno, dicho así, no me gusta la pregunta.  Es como si en el paritorio, nada más dar a luz, le preguntara la suegra a la nuera: ¿cómo será es el niño que acaba de nacer?, ¿qué le va a gustar de mayor?, ¿a qué se va a dedicar?  Me parecería una osadía imposible de responder.  Un ser humano con cincuenta centímetros y tres kilos de peso, algo tan débil, tiene una dimensión tan infinita, tan inabarcable, tan desproporcionada, que sólo puedo decir: yo me pongo de rodillas ante este misterio y le acompañaré para que haga su camino, pero no para que tenga la reproducción de un esquema. 
Entonces, ¿cómo se educa la razón y la libertad? Yo creo que sólo poniéndose al lado de otro hombre y diciendo: yo quiero llegar al mismo destino que tú, porque estamos hechos para lo mismo.  No es tanto que nosotros consigamos obtener la verdad, sino que la verdad nos posea a los dos. Por tanto, la verdad exige la razón en su máxima expresión y el desafío, la entrega de toda la libertad, de que toda esa persona se ponga en juego para abrazar, para asumir todo lo verdadero que corresponde con lo humano.  No es, por tanto, una receta mecánica.  El método es un camino unitario en el que todos nos ponemos en juego. 
Nosotros hoy le decíamos a los profesores: sólo puede educar el que está siendo educado. Si a nosotros como adultos no nos interesa afrontar el desafío de construirnos a nosotros como personas, madurar, entender más en qué consiste la realidad, ver la relación de todo el conocimiento, de todas las disciplinas, de todas las ciencias entre sí, con el resto del mundo y contigo mismo, es imposible que enseñemos.  Será una buena academia, pero no un centro educativo. 
Y, ¿a través de qué actividades –imagino que tendrán alguna jornada de reflexión-, ustedes forman a su recurso humano para que logre transmitir todo ello a los alumnos?
Hacemos unos cinco o seis encuentros anuales, claustros docentes -sobre todo-, traemos invitados, hacemos asambleas o, alguno de nosotros, propone alguna sugerencia de camino.  Sin embargo, donde se educa, se forma.  No es exclusivamente durante unos momentos aislados, puntuales, específicos.  Uno aprende a ser médico, operando.  Uno aprende a ser padre, ejerciendo.  Uno aprende a ser maestro, juzgando todos los contenidos en el equipo del departamento y en el claustro docente, respondiendo al desafío que la propia disciplina reclama de los alumnos y de los profesores. 
¿Cómo se aprende?  Caminando juntos, juzgándolo juntos a priori y a posteriori, sin eludir el desafío que entraña enseñar.  Así es como se aprende.  ¿Cuál ha sido la experiencia? ¿Qué reclamaba? ¿Cómo han respondido hoy y qué era lo más razonable, lo más adecuado?  Y ahí uno siempre va dando pasos, como en toda relación verdaderamente humana, como en una relación entre un hombre y una mujer, de amistad o de gestión eficaz. Si no, sería simplemente la aplicación de técnicas.  Pero lo humano no se puede reducir a una aplicación de técnicas.  Es imposible.  Es una lectura.
Me llama mucho la atención el tema de la eficacia.  ¿Bajo qué parámetros ustedes la medirían?

Muy buena pregunta.  Podemos identificar varios, pero a riesgo de ser en todos parciales.  Por ejemplo, uno que se usa mucho en España, es que un buen colegio tiene buenos resultados en la prueba de acceso a la universidad y, ¿qué resultados tiene el colegio? Espectaculares.  Cien por cien de aprobados.  Media: siete con ocho. 
Pero yo pregunto, ¿cuándo un colegio es bueno, cuando tiene la nota de un examen de acceso a la universidad? Y, ¿qué ocurre con el alumno de trece años que tiene una situación personal, familiar o social dificilísima, que no tiene un ámbito familiar estable, que tiene graves dificultades –por ejemplo- de estima, o intelectuales? ¿En qué parámetros se mide el éxito de ese chico? ¿Cuándo se ve si un colegio es bueno? 
Yo digo que el colegio es bueno, más que por la nota de selectividad, porque un individuo, un alumno, que nadie daba un céntimo por él, que estaba destinado al fracaso, acaba la enseñanza elemental, se hace un hombre, está contento consigo mismo, aprende un oficio o monta un negocio, se casa y funda una familia, lo ves y es responsable, feliz, adulto.  ¿En qué parámetro está eso medido? Ah, qué miedo.  Ninguno. 
Ahora bien, si hubiera que identificar algunos, pues diría: en aquel en el que se mide que nadie esté excluido del desafío. Por tanto, que pueda hacer un recorrido, desde lo más adecuado a su capacidad, hasta lo máximo. Hablo escolarmente.  Segundo: que, por ejemplo, descubra la estima hacia sí mismo.  Y, ¿cuándo descubre la estima hacia sí mismo?, cuando no tira la toalla, cuando no renuncia, cuando se compromete con la vida.  Puede ser haciendo una carrera universitaria o aprendiendo un oficio, poniendo un negocio o aceptando que es muy limitado.  Pero no elude la realidad, no se aparta.  Eso, cómo se puede baremar, pues, por ejemplo, que esté haciendo una actividad responsable, estudiando o trabajando, que esté satisfecho con su elección, que genere, que sea creativo, que se una a otros.  Eso casi nadie lo maneja, pero yo digo que eso es así. 
Y luego, para los que logran hacer una carrera, pues hay un baremo que no se usa mucho en España porque, aunque es muy duro decir esto, el índice de fracaso universitario es de cerca del 50%.  Alumnos que empiezan primero de carrera, no la culminan.  ¿Por qué abandonan?  Porque se cambian de carrera, porque repiten o por otras razones.  ¿Cuál es el índice de aprobado, de éxito universitario de los que han hecho aquí bachillerato?  Cien por cien.  Todos pasan de curso, no repiten, siguen la carrera o ya están acabando.  No sé si te he respondido. 
En un par de palabras, ¿en qué se diferenciaría el Colegio Newman de, de repente, la educación pública?

El protagonista es la persona.  Otra, que no excluye a la anterior, “las cosas más importantes no se pueden enseñar: sólo se pueden encontrar.”  No hay nada tan apasionante en la vida, como la aventura de conocer.  Es posible conocer, por tanto, entender la vida, entender todo y es posible construir. 
Me llama mucho la atención el tema de la crisis española.  Reconozco que tengo una visión muy sesgada, porque soy extranjera.  Sin embargo, me parece que gran parte de la crisis radica en la falta de iniciativa de la gente.  Mi visión es extremadamente sesgada.  No me parece que la crisis sea netamente económica sino, también, de recurso humano…

…Antropológico.

¿Qué está haciendo el Colegio Newman para que, cuando vuelva otra vez un período de crisis, estos niños no se queden -como muchos adultos que he encontrado en Madrid- espantados y sin saber qué hacer?

Están esperando que alguien se lo resuelva…

…absolutamente.  Y me parece terrible.  Yo les digo que en Venezuela pasamos catorce años para comprender que, si no estamos atentos al que está al lado, no podemos aspirar a nuestro bienestar.  Entonces, o como sociedad construimos nuestro futuro o, simplemente, el gobierno se ve desbordado.  ¿Qué están haciendo, a nivel educativo, para que esto no vuelva a ocurrir, para cambiar un poco la mentalidad?

Bueno, para decirlo de forma sencilla y escueta, en primer lugar, transmitir que la enseñanza no es la comunicación de conocimientos, sino la adquisición, por parte del alumno, de algo más grande que está a su disposición, pero que todavía no es suyo.  Por tanto, es una conquista que hace él de algo que ya está y que otro te ayuda a descubrir. 

Segundo: no se puede conocer sin estar atento a la realidad, a lo que sucede.  Y, ¿qué cosas hacemos?  Pues proponemos actividades de solidaridad como Newman Solidario, en la que se proponen distintas iniciativas: hacemos cajas para enviar a familias necesitadas; también sugerencias de empresas o profesionales a las ochocientas familias que conforman el colegio para que aprendan a ofrecer sus servicios o sus productos; invitamos a los chavales a hacer propuestas para la mejora del colegio -el cartel que hay en la cafetería lo hacen los alumnos-; la organización de equipos deportivos la llevan adelante muchos alumnos; hay un concurso científico y otro literario, en el que los alumnos crean iniciativas; a través de asignaturas como economía, se invierte en bolsa o se proyecta la iniciativa empresarial de algo que todavía no se ha hecho; con el arte y la belleza se proponen exposiciones, algo que pueda ayudar a los demás.  Es decir, el conocimiento se produce cuando algo te atrae –porque es bello- y descubres que te corresponde.  Ello tiene como consecuencia que te anima a proponer, a construir, a generar, a crear lazos y a ser fecundo. 

El tema de la disciplina, ¿cómo la manejan?  No es común ver que en los colegios dejen que los alumnos hagan propuestas de mejoras.  Si les dan tanta libertad, puede desbordarse…

Pero la libertad no es hacer lo que uno quiera.  La libertad es proponer algo y desafiar a la razón para ver si es adecuado.  Por tanto, nosotros decimos que en un colegio, la disciplina no es un absoluto, sino unas reglas que nos damos para facilitar un camino.  En el tráfico se dan unas reglas: dirección, calle prohibida, prohibido el paso, no parar, para que sea fluido y alcancemos el destino.  La disciplina consiste en indicar una serie de normas, de guías, de apoyos, que nos damos comúnmente para facilitar este camino.
Si un alumno no entiende algo, tiene la obligación de preguntarlo y decir: no entiendo, no quiero cumplir esa norma.  Y nosotros tenemos la obligación de decir: es por esta razón, hasta que no la entiendas, no salimos de esta casa, porque es justo que tú lo desafíes y es justo que yo te dé razones. 
Cuando entiendas las razones, podrás ejercer la libertad.  Y, si no hay razones adecuadas, yo tendré que cambiar esa norma o esa regla porque, entonces, no está siendo educativo.  La persona no está al servicio de la norma o la regla, sino ésta al servicio de un ideal, de un camino que se quiere recorrer.  Por eso, cuando a un alumno se le sanciona, no es que se le sancione porque haya hecho algo mal, sino porque ha aceptado entrar en un camino para ser corregido. 

Y no es mejor colegio aquel en el que nunca ocurre nada.  Igual que no es mejor una familia en la que los niños no se pelean entre ellos.  Y el problema es, que si se pelean los hermanos, el padre no tenga nada que decir, que no sea eso una ocasión para educar. Al final, lo que pasa en la sociedad -por lo menos en España- es que tenemos que poner más vigilantes ubicados en todos sitios.  Eso no educa. 
Cuando ocurre un hecho, tú tienes que decir y proponer algo.  Pero, ¿cómo puedes fundamentar las normas en “suprimir” cualquier elemento aparentemente peligroso?  Y es algo a lo que se ha reducido la norma.  Cuántas veces recuerdo esta frase: el hombre siempre busca sistemas perfectos, en los que ya no tenga nada que decidir.  Es decir, no seas un hombre.  La disciplina no es algo que se pone externamente, como un sombrero, para tapar otras cosas o de adorno, sino que es con el sustrato, que surge de abajo, que facilita -como unas barandillas- que puedas subir las escaleras sin desestabilizarte y que están para que tú, libremente, te puedas apoyar en ellas. Y, si ves que no te sirven, pues las quitas y usas otras cosas.  Pero tú necesitas algo para caminar seguro o, mejor dicho, tranquilo y acompañado por el camino. 
Es que la misma naturaleza humana hace que no haya sistemas perfectos…
Es más, la mayoría de las leyes que ha creado el hombre son coactivas. 
Finalmente, ¿cuáles serían los logros de esta institución educativa a nivel académico?
El índice de satisfacción del alumno es enorme. El índice de satisfacción docente es enorme. La rotación del profesorado es, prácticamente, cero. Ningún profesor se quiere ir de aquí.  Y aquí se trabaja muchísimo, mucho más de la media, sin que sea ofensivo para otros. 
Los alumnos, por ejemplo, tienen un nivel de inglés de First Certificate, con catorce años, que es lo que van a exigir para acabar la carrera.  Eso ya es un logro.  Por otra parte, los alumnos que se tienen que ir de aquí, porque les aconsejamos que no hagan bachillerato o que han hecho aquí una diversificación -que es una adaptación curricular- van a otros centros y sacan los cursos con mucha facilidad. 
Qué significa, ¿que aquí somos muy exigentes y en otros sitios poco?  O que -y yo no quiero hacer esa comparación porque es muy peligrosa- este colegio es muy exigente.  Pero, ¿qué es ser muy exigente?  ¿Qué le llevas el agua al cuello al chaval y lo que aquí sería un cinco en otro colegio sería un ocho?  Pues no, eso no es ser exigente.  Eso es ser malo.  Exigente es que tú le dices: no me interesa que respondas, me interesa que lo entiendas.  Me interesa que vayas al fondo de la cuestión, que no te conformes con aprobar un examen, con repetir una fórmula, que entiendas todo el mecanismo del conocimiento.  Te lo exijo. 
¿Cuál es el resultado de este colegio? Que saca muy buena nota.  Aquí o en  otro.  Porque va preparado con una capacidad de hacer un recorrido del conocimiento.  Aquí sacan buenas notas y, cuando van a otros que a lo mejor no tienen ese recorrido, son de los mejores y de los más adelantados.  Esto en el ámbito de la secundaria y en el de la universidad. 

¿Desea agregar algo más?
Lo que hay que hacer para educar es sorprenderse de conocer.  Basta.  Eso se transmite por ósmosis, se educa por los poros de la piel,…

Una entrevista de Flavia Ranzolín