El Colegio Internacional J.H. Newman, fundado en
1998, es la concreción de la aspiración que un grupo de educadores tuvo durante
la década de los años 80, de convertir el trabajo en una modalidad creativa que
contribuyera a la construcción del mundo, a través de la labor pedagógica en la
cual, entre otras cosas, se inculcara el deseo de aspirar a una existencia
cargada de significado, de curiosidad y de preguntas sobre todas las cosas de
la vida.
Según Juan Ramón de la Serna -director- estos
educadores –que llevan casi treinta años trabajando en distintos colegios- han
llevado a cabo una serie de actividades conjuntas que empezaros a desarrollar
en los años 80, bajo la asociación ARCYP –Asociación para la Renovación
Cultural y Pedagógica-. A finales de los
años 90, constituyeron la fundación, pidieron un terreno y lograron la
financiación para, finalmente, en el año 2005, inaugurarlo. Ya llevan ocho años llevando adelante esta
experiencia educativa.
¿Cuál es la
misión, cuál es la visión y a qué público está dirigido?
¿A quién va dirigido? Pues a todos aquellos
alumnos de tres a dieciocho años -sin ningún tipo de premisa previa-, cuya
familia esté interesada en participar en un proyecto educativo que como seña de
identidad busca expresarse de forma unitaria y que se sostenga sobre dos
pilares: la razón y la libertad de la persona.
Todo tiene que ser razonable, racional, que desafíe la razonabilidad.
Igualmente, la experiencia educativa debe respetar y desafiar la libertad de la
persona. Con estas dos premisas, la
razón y la libertad, si hay una experiencia unida de un grupo de educadores que
sólidamente se ponen juntos a desarrollar esta tarea, estamos hablando de un
gran colegio.
Asumo que tendrán algún objetivo concreto o aspirarán a desarrollar
algún perfil en sus alumnos. ¿A través de qué mecanismo ustedes logran que
desarrollen su raciocinio y su libertad y qué desearían obtener de todo
ello?
Lo que deseamos obtener es un hombre adulto. Que el hombre que ya existe, se exprese de la
manera más completa y verdadera posible. La educación no es tanto conseguir una
reproducción, para entendernos pongamos la imagen de una cinta transportadora
que llegue a un resultado, como una fábrica de automóviles, sino que sea la
posibilidad real para que todo lo humano emerja; para que se construya, con la
mayor experiencia posible, el adulto.
Este es el objetivo, si se puede llamar así. Pero no hay una imagen o un proyecto
específico. ¿Cómo son los alumnos del
Colegio Newman? Bueno, dicho así, no me gusta la pregunta. Es como si en el paritorio, nada más dar a
luz, le preguntara la suegra a la nuera: ¿cómo será es el niño que acaba de
nacer?, ¿qué le va a gustar de mayor?, ¿a qué se va a dedicar? Me parecería una osadía imposible de
responder. Un ser humano con cincuenta
centímetros y tres kilos de peso, algo tan débil, tiene una dimensión tan
infinita, tan inabarcable, tan desproporcionada, que sólo puedo decir: yo me pongo de rodillas ante este misterio y
le acompañaré para que haga su camino, pero no para que tenga la reproducción
de un esquema.
Entonces, ¿cómo se educa la razón y la libertad?
Yo creo que sólo poniéndose al lado de otro hombre y diciendo: yo quiero llegar al mismo destino que tú,
porque estamos hechos para lo mismo.
No es tanto que nosotros consigamos obtener la verdad, sino que la
verdad nos posea a los dos. Por tanto, la verdad exige la razón en su máxima
expresión y el desafío, la entrega de toda la libertad, de que toda esa persona
se ponga en juego para abrazar, para asumir todo lo verdadero que corresponde
con lo humano. No es, por tanto, una
receta mecánica. El método es un camino
unitario en el que todos nos ponemos en juego.
Nosotros hoy le decíamos a los profesores: sólo puede educar el que está siendo educado.
Si a nosotros como adultos no nos interesa afrontar el desafío de construirnos
a nosotros como personas, madurar, entender más en qué consiste la realidad,
ver la relación de todo el conocimiento, de todas las disciplinas, de todas las
ciencias entre sí, con el resto del mundo y contigo mismo, es imposible que
enseñemos. Será una buena academia, pero
no un centro educativo.
Y, ¿a través de qué actividades –imagino que tendrán alguna jornada de
reflexión-, ustedes forman a su recurso humano para que logre transmitir todo
ello a los alumnos?
Hacemos unos cinco o seis encuentros anuales,
claustros docentes -sobre todo-, traemos invitados, hacemos asambleas o, alguno
de nosotros, propone alguna sugerencia de camino. Sin embargo, donde se educa, se forma. No es exclusivamente durante unos momentos
aislados, puntuales, específicos. Uno
aprende a ser médico, operando. Uno
aprende a ser padre, ejerciendo. Uno
aprende a ser maestro, juzgando todos los contenidos en el equipo del
departamento y en el claustro docente, respondiendo al desafío que la propia
disciplina reclama de los alumnos y de los profesores.
¿Cómo se aprende?
Caminando juntos, juzgándolo juntos a priori y a posteriori, sin eludir
el desafío que entraña enseñar. Así es
como se aprende. ¿Cuál ha sido la
experiencia? ¿Qué reclamaba? ¿Cómo han respondido hoy y qué era lo más
razonable, lo más adecuado? Y ahí uno
siempre va dando pasos, como en toda relación verdaderamente humana, como en
una relación entre un hombre y una mujer, de amistad o de gestión eficaz. Si
no, sería simplemente la aplicación de técnicas. Pero lo humano no se puede reducir a una
aplicación de técnicas. Es
imposible. Es una lectura.
Me llama mucho la atención el tema de la eficacia. ¿Bajo qué parámetros ustedes la medirían?
Muy buena pregunta. Podemos identificar varios, pero a riesgo de
ser en todos parciales. Por ejemplo, uno
que se usa mucho en España, es que un buen colegio tiene buenos resultados en
la prueba de acceso a la universidad y, ¿qué resultados tiene el colegio?
Espectaculares. Cien por cien de
aprobados. Media: siete con ocho.
Pero yo pregunto, ¿cuándo un colegio es bueno,
cuando tiene la nota de un examen de acceso a la universidad? Y, ¿qué ocurre
con el alumno de trece años que tiene una situación personal, familiar o social
dificilísima, que no tiene un ámbito familiar estable, que tiene graves
dificultades –por ejemplo- de estima, o intelectuales? ¿En qué parámetros se
mide el éxito de ese chico? ¿Cuándo se ve si un colegio es bueno?
Yo digo que el colegio es bueno, más que por la
nota de selectividad, porque un individuo, un alumno, que nadie daba un céntimo
por él, que estaba destinado al fracaso, acaba la enseñanza elemental, se hace
un hombre, está contento consigo mismo, aprende un oficio o monta un negocio,
se casa y funda una familia, lo ves y es responsable, feliz, adulto. ¿En qué parámetro está eso medido? Ah, qué
miedo. Ninguno.
Ahora bien, si hubiera que identificar algunos,
pues diría: en aquel en el que se mide que nadie esté excluido del desafío. Por
tanto, que pueda hacer un recorrido, desde lo más adecuado a su capacidad,
hasta lo máximo. Hablo escolarmente.
Segundo: que, por ejemplo, descubra la estima hacia sí mismo. Y, ¿cuándo descubre la estima hacia sí
mismo?, cuando no tira la toalla, cuando no renuncia, cuando se compromete con
la vida. Puede ser haciendo una carrera
universitaria o aprendiendo un oficio, poniendo un negocio o aceptando que es
muy limitado. Pero no elude la realidad,
no se aparta. Eso, cómo se puede
baremar, pues, por ejemplo, que esté haciendo una actividad responsable, estudiando
o trabajando, que esté satisfecho con su elección, que genere, que sea creativo,
que se una a otros. Eso casi nadie lo
maneja, pero yo digo que eso es así.
Y luego, para los que logran hacer una carrera,
pues hay un baremo que no se usa mucho en España porque, aunque es muy duro
decir esto, el índice de fracaso universitario es de cerca del 50%. Alumnos que empiezan primero de carrera, no
la culminan. ¿Por qué abandonan? Porque se cambian de carrera, porque repiten
o por otras razones. ¿Cuál es el índice
de aprobado, de éxito universitario de los que han hecho aquí bachillerato? Cien por cien. Todos pasan de curso, no repiten, siguen la
carrera o ya están acabando. No sé si te
he respondido.
En un par de palabras, ¿en qué se diferenciaría el Colegio Newman de,
de repente, la educación pública?
El protagonista es la persona. Otra, que no excluye a la anterior, “las
cosas más importantes no se pueden enseñar: sólo se pueden encontrar.” No hay nada tan apasionante en la vida, como
la aventura de conocer. Es posible
conocer, por tanto, entender la vida, entender todo y es posible
construir.
Me llama mucho la atención el tema de la crisis española. Reconozco que tengo una visión muy sesgada,
porque soy extranjera. Sin embargo, me
parece que gran parte de la crisis radica en la falta de iniciativa de la
gente. Mi visión es extremadamente
sesgada. No me parece que la crisis sea
netamente económica sino, también, de recurso humano…
…Antropológico.
¿Qué está haciendo el Colegio Newman para que, cuando vuelva otra vez
un período de crisis, estos niños no se queden -como muchos adultos que he
encontrado en Madrid- espantados y sin saber qué hacer?
Están esperando que alguien se lo resuelva…
…absolutamente. Y me parece
terrible. Yo les digo que en Venezuela
pasamos catorce años para comprender que, si no estamos atentos al que está al
lado, no podemos aspirar a nuestro bienestar.
Entonces, o como sociedad construimos nuestro futuro o, simplemente, el
gobierno se ve desbordado. ¿Qué están
haciendo, a nivel educativo, para que esto no vuelva a ocurrir, para cambiar un
poco la mentalidad?
Bueno, para decirlo de forma sencilla y escueta,
en primer lugar, transmitir que la enseñanza no es la comunicación de
conocimientos, sino la adquisición, por parte del alumno, de algo más grande
que está a su disposición, pero que todavía no es suyo. Por tanto, es una conquista que hace él de
algo que ya está y que otro te ayuda a descubrir.
Segundo: no se puede conocer sin estar atento a
la realidad, a lo que sucede. Y, ¿qué
cosas hacemos? Pues proponemos
actividades de solidaridad como Newman
Solidario, en la que se proponen distintas iniciativas: hacemos cajas para
enviar a familias necesitadas; también sugerencias de empresas o profesionales
a las ochocientas familias que conforman el colegio para que aprendan a ofrecer
sus servicios o sus productos; invitamos a los chavales a hacer propuestas para
la mejora del colegio -el cartel que hay en la cafetería lo hacen los alumnos-;
la organización de equipos deportivos la llevan adelante muchos alumnos; hay un
concurso científico y otro literario, en el que los alumnos crean iniciativas;
a través de asignaturas como economía, se invierte en bolsa o se proyecta la
iniciativa empresarial de algo que todavía no se ha hecho; con el arte y la
belleza se proponen exposiciones, algo que pueda ayudar a los demás. Es decir, el conocimiento se produce cuando
algo te atrae –porque es bello- y descubres que te corresponde. Ello tiene como consecuencia que te anima a
proponer, a construir, a generar, a crear lazos y a ser fecundo.
El tema de la disciplina, ¿cómo la manejan? No es común ver que en los colegios dejen que
los alumnos hagan propuestas de mejoras.
Si les dan tanta libertad, puede desbordarse…
Pero la libertad no es hacer lo que uno
quiera. La libertad es proponer algo y
desafiar a la razón para ver si es adecuado.
Por tanto, nosotros decimos que en un colegio, la disciplina no es un
absoluto, sino unas reglas que nos damos para facilitar un camino. En el tráfico se dan unas reglas: dirección,
calle prohibida, prohibido el paso, no parar, para que sea fluido y alcancemos
el destino. La disciplina consiste en
indicar una serie de normas, de guías, de apoyos, que nos damos comúnmente para
facilitar este camino.
Si un alumno no entiende algo, tiene la
obligación de preguntarlo y decir: no
entiendo, no quiero cumplir esa norma.
Y nosotros tenemos la obligación de decir: es por esta razón, hasta que no la entiendas, no salimos de esta casa,
porque es justo que tú lo desafíes y es justo que yo te dé razones.
Cuando entiendas las razones, podrás ejercer la
libertad. Y, si no hay razones
adecuadas, yo tendré que cambiar esa norma o esa regla porque, entonces, no
está siendo educativo. La persona no está
al servicio de la norma o la regla, sino ésta al servicio de un ideal, de un
camino que se quiere recorrer. Por eso,
cuando a un alumno se le sanciona, no es que se le sancione porque haya hecho
algo mal, sino porque ha aceptado entrar en un camino para ser corregido.
Y no es mejor colegio aquel en el que nunca
ocurre nada. Igual que no es mejor una
familia en la que los niños no se pelean entre ellos. Y el problema es, que si se pelean los
hermanos, el padre no tenga nada que decir, que no sea eso una ocasión para
educar. Al final, lo que pasa en la sociedad -por lo menos en España- es que
tenemos que poner más vigilantes ubicados en todos sitios. Eso no educa.
Cuando ocurre un hecho, tú tienes que decir y
proponer algo. Pero, ¿cómo puedes
fundamentar las normas en “suprimir” cualquier elemento aparentemente peligroso? Y es algo a lo que se ha reducido la
norma. Cuántas veces recuerdo esta
frase: el hombre siempre busca sistemas
perfectos, en los que ya no tenga nada que decidir. Es decir, no seas un hombre. La disciplina no es algo que se pone
externamente, como un sombrero, para tapar otras cosas o de adorno, sino que es
con el sustrato, que surge de abajo, que facilita -como unas barandillas- que
puedas subir las escaleras sin desestabilizarte y que están para que tú,
libremente, te puedas apoyar en ellas. Y, si ves que no te sirven, pues las
quitas y usas otras cosas. Pero tú
necesitas algo para caminar seguro o, mejor dicho, tranquilo y acompañado por
el camino.
Es que la misma naturaleza humana hace que no haya sistemas perfectos…
Es más, la mayoría de las leyes que ha creado el
hombre son coactivas.
Finalmente, ¿cuáles serían los logros de esta institución educativa a
nivel académico?
El índice de satisfacción del alumno es enorme.
El índice de satisfacción docente es enorme. La rotación del profesorado es,
prácticamente, cero. Ningún profesor se quiere ir de aquí. Y aquí se trabaja muchísimo, mucho más de la
media, sin que sea ofensivo para otros.
Los alumnos, por ejemplo, tienen un nivel de
inglés de First Certificate, con catorce años, que es lo que van a exigir para
acabar la carrera. Eso ya es un
logro. Por otra parte, los alumnos que
se tienen que ir de aquí, porque les aconsejamos que no hagan bachillerato o
que han hecho aquí una diversificación -que es una adaptación curricular- van a
otros centros y sacan los cursos con mucha facilidad.
Qué significa, ¿que aquí somos muy exigentes y en
otros sitios poco? O que -y yo no quiero
hacer esa comparación porque es muy peligrosa- este colegio es muy
exigente. Pero, ¿qué es ser muy
exigente? ¿Qué le llevas el agua al
cuello al chaval y lo que aquí sería un cinco en otro colegio sería un
ocho? Pues no, eso no es ser
exigente. Eso es ser malo. Exigente es que tú le dices: no me interesa que respondas, me interesa
que lo entiendas. Me interesa que vayas
al fondo de la cuestión, que no te conformes con aprobar un examen, con repetir
una fórmula, que entiendas todo el mecanismo del conocimiento. Te lo exijo.
¿Cuál es el resultado de este colegio? Que saca
muy buena nota. Aquí o en otro.
Porque va preparado con una capacidad de hacer un recorrido del
conocimiento. Aquí sacan buenas notas y,
cuando van a otros que a lo mejor no tienen ese recorrido, son de los mejores y
de los más adelantados. Esto en el
ámbito de la secundaria y en el de la universidad.
¿Desea agregar algo más?
Lo que hay que hacer para educar es sorprenderse
de conocer. Basta. Eso se transmite por ósmosis, se educa por
los poros de la piel,…
Una entrevista de Flavia Ranzolín